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Yo trabajaba de guía turístico en free-tours y la verdad sea dicha, llegué a lograr mediante chantajes emocionales de todo tipo que los tours fueran de todo menos free. Porque efectivamente, se llamanan free pero luego te aclaraban que eran tip supported. Hasta que no empecé a dar clases en la universidad no cobré un precio por hora tan alto.

Lo gratis tiene truco. Lo sabe desde el más kinki al más cortazariano, tanto si te quitan el reloj como si te lo regalan. Si el precio de un producto es bajo es porque sin duda falla por alguna parte: por la materia prima, por la mano de obra, por la distribución. Así que si es gratis, saltan todas las sospechas. Que no haya que pagar por algo es una anomalía, especialmente en un sistema económico cuyo marco teórico busca maximizar beneficios. No solo contradice la lógica en la que hemos crecido sino que tiene una serie de implicaciones culturales. Esta investigación de Jenny Odell sobre los relojes gratis que se pueden encontrar en las redes sociales es extensa pero realmente interesante, desde el punto de vista de la crítica cultural. El trabajo es, según el canon capitalista, nuestro medio de intercambio y reproducción de la riqueza. Si empezamos no pagándolo hay algo en la cultura occidental que se desmorona.

Del freemium a la suscripción pasando por la publicidad

Nada mantiene un negocio como los ingresos de sus clientes y a la vez nada frena las ventas como el precio de lo que se ofrece. Sin embargo, de un producto de pago a uno gratis hay una serie de opciones, una sutil paleta de grises que en la que un matiz demasiado oscuro o demasiado claro puede marcar la diferencia entre la gloria y la ruina. Y en este espectro que va de la rebaja de costes de producción a los modelos freemium (en el que solo pagan los usuarios que necesitan más prestaciones), hay quien ha tratado de hallar la piedra filosofal de los modelos de negocio y sacar rendimiento de las personas que no están dispuestas a pagar.

Tú eres el producto: modelos de negocio financiados por publicidad

En este punto es cuando se reinventa el tropo del reloj cortazariano: si tú no pagas por el producto, tú eres el producto.

En general, cobrar el camino más directo para que te cuadren las cuentas. Por eso, en los modelos financiados por publicidad vemos auténticos barroquismos tecnológicos para asegurar que sus usuarios visualizan los anuncios, que estos son efectivos y también vemos usos realmente perversos de los datos que se acumulan con el uso del servicio.

Creo que no hay una forma sana de insertar publicidad eficaz en un medio sin que sea molesta o que no tenga repercusiones como la victoria electoral de Trump (u otros intentos de desmobilización) o vídeos de nazis solo para mantenernos enganchados a YouTube. Las marcas deben empezar a entender que la relación más transparente está en cobrar y no en conseguir la adopción de productos y servicios a cualquier precio.

Los modelos financiados por publicidad nos han llevado a las mayores decepciones tecnológicas en lo que va de siglo: algoritmos que nos iran, que nos espían, que nos encierran en burbujas de opinión. Seguir ahondando ahí es casi peligroso para la humanidad. Y sin embargo aquí estan estas dos innovaciones, para mí siniestras, para otros liberadoras.

Nuevos modelos financiados por la publicidad

No hemos aprendido bastante de Facebook. Hay emprendedores centrados en hacer que más servicios y bienes sean gratuitos llegando a unos niveles de distopia entre Black Mirror y la Naranja Mecánica.

Preshow es un ejemplo: ir al cine gratis tras haber acumulado minutos de publicidad que paguen tu entrada. La app en la que todo funcionará tendrá reconocimiento facial para asesgurarse que estás viendo los anuncios que alguien paga para que mires y para asegurarse que prestas atención durante los 15 minutos que dicen que tendrás que usarla.

Aunque 15 minutos de publicidad pueden parecer pocos si los comparamos con los que te endilga una televisión privada en España, todo puede pervertise fácilmente, especialmente con el uso de reconocimento facial de por medio. De nuevo, cuando se trata de tecnologías invasivas de la privacidad, China marca el camino con sistemas similares a los de Preshow para medir la atención de los estudiantes en clase. Con códigos opacos y con vocación fiscalizadora y punitiva, no me cuesta imaginar un algoritmo despótico que asegure que no prestabas atención para convertir esos 15 minutos en una pausa publicitaria de Antena3.

Este Antinetflix que, a modo de telepantalla orwelliana, decide si eres merecedor de su premio o no, tampoco tiene nada que envidiar a otra innovación que supera de largo las ofertas más agresivas de las operadoras de telefonía. Ese iPhone que te ataba a una permanencia de dos años ahora se convierte con un smartphone gratuito que te mostrará publicidad para pagarlo. Es decir: el mismo mecanismo por el que se paga el almacenamiento de tu GMail: anunciarte cosas y probablemente minando tus datos. Se trata de Airo Life. Y no solo compras con publicidad tu móbil sino también el plan de datos.

Si la experiencia con muchos teléfonos Android y móbiles baratos ya puede ser bastante nefasta, no me quiero ni imaginar qué puede llegar a ser Airo Life y cómo de molestos pueden llegar a ser sus anuncios en momentos críticos, como ese 1 % de batería mientras estás fuera de casa.

Pagar: la solución que mejora el mercado

Mi humilde punto de vista como autor, como creativo y como trabajador en general es que la cosas tienen un precio y es mucho mejor educar al consumidor para pagarlo que caer en financiaciones por publicidad que hipertrofian la compañía y comprometen la calidad. Un servicio con publicidad nunca es el que su creador concibió y es difícil que se integre en una experiencia de usuario fluida.

Si la publicidad se convierte en un método de pago, se convierte en un trabajo, en algo que la gente hace obligada. Y no hay nada peor que esta mentalidad si lo que se busca es engagement o simplemente una relación sana con el consumidor.

Pero esa no es la única razón. Jaron Lanier, uno de los pioneros de la realidad virtual afirma que necesitamos repensar Internet y empezar a pagar por el contenido o terminaremos siendo esclavos de ese reloj de Cortázar y comprometiendo seriamente nuestra sociedad cargándonos la poca empatia que nos queda. Hemos visto señales de ello en Myanmar con Facebook. Pagar los servicios online nos da un mejor servicio pero a la vez favorece a los creadores y emprendedores independientes que pueden centrarse en lo que saben hacer mejor y no en acrobacias financieras metiéndote publicidad que pague lo que muchos usuarios podrían pagar.

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