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Se acerca el aquelarre navideño. Sacrificios al crédito, ofrendas bajo el árbol y culto al nuevo mesías: el regalo. ¿Se nota mi lado Ebeneezer Scrooge? En realidad soy bastante más majo y por eso quiero aprovechar que vas a recibir muchos regalos que no te convencerán (porque pasa) y que tú harás algunos absolutamente cogidos con pinzas (porque también pasa) para plantearnos qué es un regalo y por qué los hacemos.

El regalo como mensaje: por qué no gustan o no encajan

Un regalo es como el paradigma clásico de la comunicación. Hay un mensaje, el regalo en sí; un emisor o regalador; un receptor, y todo ello sucede en un canal, o en la ocasión con motivo de la cual se entrega el presente. Si estas variables no van en coherencia no puede existir buen regalo.

Es decir que si no conozco al destinatario del regalo, no acertaré. Los amigos se cuentan con los dedos de una mano y las personas sobre la faz de la tierra a las que sería capaz de hacer un muy buen regalo ahora mismo se cuentan con los de la otra. Claro que puedes preguntar qué quiere esa persona pero si un regalo es un mensaje, debe seguir siendo relevante o capaz de causar sorpresa. Que me compres lo que hubiera sido capaz de encontrar yo mismo tergiversa el componente inesperado e ilusionante del regalo.

Siguiendo por este análisis comunicativo: si te regalo algo porque es Navidad y toca, quizá no encuentre algo adecuado por mucho que te conozca. Un buen regalo no entiende de momentos y, como una buena idea, no tiene por qué surgir cuándo la buscas. Así pues, la obligación tácita de regalar en Navidad se convierte una especie de chantaje que además resulta incuestionable, como si por no hacernos regalos nos quisiéramos menos o (horror) pareciéramos más pobres (realidad).

Precisamente por eso mismo, un buen regalo puede serlo independientemente del contexto, de su cuándo. Un buen mensaje es relevante en muchos ámbitos. ¿Por qué dejamos que lo influencie al canal? Los mejores comunicadores son capaces de darle la vuelta a las limitaciones de muchos medios y jugar con ellas. Pero… eso no es fácil y más cuando forzamos la máquina porque queremos encontrar un regalo justo a tiemo para la Navidad.

Si el quién, el qué y el cuándo de un regalo son importantes, el por qué también tiene relevancia. Y es que el destinatario quizá no necesite el regalo o puede que hasta vaya en contra de lo que piensa y defiende. Yo mismo he terminado con regalos que jamás habría comprado por razones éticas o prácticas. Y en una situación ambiental en la que lo ideal sería no ir desperdiciando recursos, acertar cobra aún más importancia.

Vencer el miedo a no regalar

Creo que deberíamos empezar a cuestionar la necesidad de regalar. Si no se me ocurre un buen regalo puede deberse a dos razones no excluyentes entre sí: que no conozco esa persona o que, probablemente esa misma persona no necesite nada. De hecho, no regalar algo resulta hasta positivo: materias primeras que no se exlotan, energía que no se consume, personas que no sufren condiciones de trabajo semiesclavas, emisiones que no producen. Siento venir con las trompetas del Apocalipsis pero el materialismo tiene consecuencias nefastas no solo para el medio ambiente sino también para nuestra salud mental.

La verdad, llevo años queriendo escribir esto. Concretamente, desde que me tocó a mí devolver un regalo que no acerté… y del cual perdí el ticket. Me tuve que quedar en casa con algo que no necesitaba (un autopongo, necesito esa palabra) y comprar otro regalo, con lo que terminé pagando el doble.

Entonces empecé a analizar como, lo que de pequeño era quizá un niño malcriado que quería el barco pirata y no el corsario, de adulto cristalizó en unas inclinaciones personales, unas militancias o unas preferencias que ponen a la gente en aprietos y tampoco quiero eso. Cada regalo fallido es un recordatorio de que no nos conocemos lo suficiente y que sobre estos intercambio pesa un aire de obligatoriedad. Y si a ese fracaso le sumamos el estropicio del materialismo, podemos llorar bajo la ducha agarrándonos las rodillas, pero es lo que tiene regalarle cosas a gente cuyas preferencias no conoces al 100 %.

Finalmente, las Navidades pasadas fui ese Grinch antirregalos. Propuse abiertamente evitarlos en mi família por razones relacionadas con el emisor, el receptor, el medio o el canal. Y aunque no me compraron la iniciativa (no se podía saber) sigo pensando que evitar los regalos sigue siendo una alternativa válida.

Una alternativa a los regalos de Navidad: desestacionalizados y atemporales

¿Y si un obsequio pudieran ser solo una forma de decir «he pensado en ti»? Como ya he apuntado, celebrar el vínculo entre dos personas no tiene por qué depender de fechas en el calendario o de ocasiones como aniversarios o jubilaciones, porque la aritmética del tiempo no suele encajar con la imprevisible geometría de la inspiración regalística. Un regalo acertado es atemporal y no pierde valor por ser entregado en una fecha no especial. Es más, un regalo convierte cualquier fecha en especial.

Una solución creativa a evitar los regalos de Navidad sería dejar que las ideas para regalar y las ocasiones para hacerlo nos vayan sorprendiendo a lo largo del año. No nos estamos dejando de regalar nada, solo que lo hacemos todo más inesperado y mantenemos el componente ilusionante.

Regalar tiempo y no objetos

Sin embargo… Si deseo que mis presentes sean en realidad ausentes cuando alguien no me conoce lo suficiente ¿por qué no convertimos el regalo en una experiencia inmaterial que nos permita conocernos más?

Ante esta situación, hay quien ha hallado la cuadratura del círculo. Preciosa, obvia, sencilla y brillante. La organización ecologista Do the green thing puso en marcha hace dos años una campaña muy pequeñita pero muy significativa: Ungifted . Básicamente pretenden que sustituyas un regalo material muy poco personal por uno inmaterial que consista en pasar tiempo con esa persona (nada de packs de experiencias, ojo), lo cual de paso te ayudará a conocerla mejor para acertar en lo que podrías regalarle más adelante. Todo ello, una idea genial y redonda de mi admiradísimo estudio Pentagram.

Hacia unas Navidades sin regalos materiales

De momento, en algunos de mis círculos se ha ido renunciando a los regalos por A o por B. Quedan amigos invisibles del trabajo, de parte de la família, etc. Pero vaya, recurriendo al tópico, si el tiempo es el bien más preciado que tenemos, lo fundamental es compartirlo y entender que los regalos no pueden determinar ni definir fiestas, celebraciones o encuentros.

Ahora que lo sabes, felices compras.

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