En la consultora de la futurista Faith Popcorn preveen que el trabajo pasará a ser no solo remoto sino ubícuo (puedo trabajar desde donde quiera).
Algunas medidas gubernamentales ya apuntan a ello: Alemania plantea que el teletrabajo sea un derecho exigible por parte del trabajador y de hecho, creo que 2020 ha sido el año que ha catalizado esta ubicuidad haciendo posible un deleznable palabro: las trabacaciones. Personas que han teletrabajado desde la Cerdanya, Cadaquès, sus localidades natales… ¡en la mismísima ubicuidad!
Aunque el teletrabajo es algo muy vinculado a las industrias del conocimiento, el reto técnico que supone se mantendrá tras la pandemia. La nueva normalidad es un contexto especialmente duro en todas aquellas profesiones que requieren sí o sí de un contacto visual para comprender la empatía a nivel profundo y que se han digitalizado a marchas forzadas: desde terapeutas a abogados. Actualmente el retraso, los bugs y la ventana sesgada por la que vemos a nuestros interlocutores complican la experiencia de usuario y la comprensión del mensaje ante la pérdida de lenguaje no verbal, con consecuencias tan diversas como un peor cuidado de la salud mental a unas ventas más bajas para todos aquellos que se dedican a ello.
¿Llegaremos algún dia a tener herramientas de teletrabajo que no generen fricciones de ningún tipo?
Zoom, una herramienta de ubicuidad
Uno de los grandes ganadores de la crisis de la COVID-19 es Zoom (con una victoria de lo más envenenada por la sobrecarga repentina, todo hay que decirlo). La prueba, al margen de unas cifras que marean, está en el lenguaje popular: de decir hacemos un Skype hemos pasado a decir hacemos un Zoom.
Su papel ha pasado a ser tan protagonista que ya ha habido hasta sentencias de muerte por Zoom (lo cual me permite reflexionar sobre el papel que podrían tener los creadores al limitar ciertos usos de su servicio) lo que, en un ámbito tan poco proclive a la innovación como la justicia es un claro síntoma de que las videoconferencias han llegado para quedarse.
Unas videoconferencias parecidas a conferencias
Sin embargo, como ya apuntaba en la introducción, la experiencia de usuario de las videoconferencias actuales dista mucho de ser ideal. Porque Zoom y sus competidores aún no permiten un trabajo verdaderamente colaborativo y productivo en tiempo real (por ejemplo, la posibilidad de compartir de pantalla a menudo te obliga a elegir si quieres ver la presentación o los rostros de la gente con la que hablas) y de momento lo único que parece que se puede hacer con cierta fluidez mientras estás en una videoconferencia de Zoom es gestionar proyectos pero a través de Asana, con una funcionalidad del propio Zoom.
Es cierto que Zoom está usando su liderazgo de mercado totalmente sobrevenido para lanzar lo que intentará que sean las nuevas formas de ir a clase o de reunirse con las Inmmersive Scenes (imagen superior). Como líder casi se espera que sean ellos quienes definan estos nuevos espacios ubícuos pero el resultado de estos movimientos es algo parecido a los cartones con las fotos de fans en los estadios… Simbólico pero no suficientemente convincente en el uso habitual de la plataforma. Sin embargo este no es el único movimiento que está teniendo lugar, ni en el sector de las videoconferencias ni dentro de la misma Zoom (como compañía, no como app).
¿Qué le falta, pues a las videoconferencias?
Este es un repaso no cerrado por los principales gaps de innovación que ahora mismo hay a partir de Zoom o en el espacio de las videoconferencias en general. Seguro que tras tu experiencia echas en falta elementos parecidos.
1- Pausas
Cualquier reunión tiene un pequeño ritual previo, aunque sea el tiempo de buscar la sala o a la persona con la que nos hemos citado. Una videoconferencia elimina esa pequeña fricción y esta enorme ventaja termina convirtiéndose en la imposibilidad de poner límites naturales (me voy cinco minutos antes porque tengo una reunión).
Un player al que nadie esperaba en la fiesta a distnacia y que está suponiendo toda una revelación, Microsoft, cree que desde el propio software de videoconferencias se puede ayudar a evitar los grandes males del trabajo desde casa. Virtual Commute promete mucho más de lo que es pero el concepto de establecer algún tipo de limitación a las videoconferencias desde las propias apps, como promueven muy tímidamente algunas redes sociales podria ser una consecuencia. La fatiga de Zoom existe y para mí es el first world problem más evidente del primer confinamiento.
2- Integración con proyectos
Probablemente también falte cierta integración con el objeto de la videoconferencia. Zoom (y prácticamente todas las soluciones de videoconferencias) surgió con un tipo de reunión en mente, más bien poco ejecutivas y de estatus.
Si hablamos de avanzar trabajo, a veces compartir pantalla no es suficiente. He visto parches a esto como mantener llamadas en paralelo a sesiones de trabajo en Figma o en otras soluciones Cloud como los documentos de Google pero… hay una oportunidad enorme para hacerlo desde la misma app.
En este sentido la integración seamless de Around es más coherente con los entornos laborales aunque también hay una solución a partir del propio Zoom como Macro. El aspecto de ambos recuerda a los microvideos insertados en el chat de Telegram. Y creo que no tardaremos en ver cada vez más soluciones de trabajo colaborativo ofreciendo videoconferencias como la versión Enterprise de la herramienta de design thinking Mural.
Es más: puede que cada nicho tenga su propio Zoom en el que el vídeo se integra en la proporción justa al tipo de actividad, igual que también permite Slack. Pero una cosa está clara: cuando el trabajo ya no es remoto sino ubícuo, el vídeo ya no es un extra; se da por hecho. Y eso que no hemos hablado de ocio donde creo que hay experiencias de lo más interesantes. Jamm, una solución parecida a Around, que mantiene ventanas flotantes, ya plantea como su producto funcinoa en varias verticales distintas.
3- Aún mejor experiencia
Todo el debate en este sector está en la cuestión de la experiencia de usuario (y ese fue el acierto de Zoom como hijo díscolo de la decrépita Webex).
Quizá un diseño lo bastante atrevido trascenderá la estética de videollamada, quizá se tratará de algún truco casi imperceptible de UX que funcione con algún loop de feedback de nuestro cerebro. No tengo ni la más mínima idea de qué mejorar en muchos de estos productos, sin embargo, sí tengo un meme a modo de prueba: el hecho de que cada vez que compartimos pantalla preguntemos «veis mi pantalla» ya demuestra que alguna pista de UX es totalmente necesaria. Siempre pensamos que el producto fallará cuando casi nunca falla.
La siguiente generación de videoconferencias
A pesar de la explosión creativa que ha supuesto el teletrabajo quizá aún no ha llegado lo que va a ser la herramienta de videoconferencias del futuro. Por decirlo así, aún no estamos en la era 2.0 de las videoconferencias, ya que estas son simplemente una traslación an online de la experiencia poco interactiva de las reuniones estándares.
El crecimiento de estos servicios depende en gran medida de la ley de Metcalfe, por la cual un mayor número de usuarios atrae a más usuarios, y precisamente ahora vemos rasgos de mercado maduro en el sector de las videoconferencias con ciertos mecanismos de captura del público (aquello de en mi organización solo usamos Google Meet).
Llegados a este punto toca invocar, con perdón ante la pedantería de keynote, otro axioma equiparable, la Ley de Reed, según la que algo adquiere valor en función de su potencial de crear el efecto comunidad.
Aquí está la gran pista para mí de lo que serán las videoconferencias 2.0. Mientras la herramienta siga siendo puramente práctica no generará ese amor por la marca y su rol en nuestras vidas. Este pragmatismo «sin más» podria ser una desventaja competitiva a largo plazo para Zoom, como comenta Packy McCormick en Not Boring. Era tan fácil adoptar Zoom (¡apenas un link!) que también lo será quitarle usuarios. Sin duda, el nuevo Skype está a merced de los grandes monopolios de internet (que integran el vídeo en sus suites) o de soluciones específicas que den la videoconferencia como algo tangencial a su servicio).
En este contexto, resultan interesantes las soluciones de videoconferencia con posibilidades de interactuación más allá del trabajo o del objetivo de la reunión. Aquí va una selección de players que he detectado.
Inspiración contraintuitiva para encontrar el próximo Zoom
1- Videoconferencias inspiradas en la televisión
Es evidente que la televisión se ha ido dinamizando con los años… Más planos, dinamismo y efectos.
Si esta evolución puede llegar a las videoconferencias, tiene sentido incorporar la noción de realización al estilo de Vito, spin off de Tito, una app de tickets, que claro, vio sus ingresos cortados de cuajo con el confinamiento en Australia.
Esta entrada de las mejoras audiovisuales en las videoconferencias tiene anécdotas curiosas como los gadgets para iluminarnos mejor en nuestras videollamadas.
El player más interesante y que mejor ejemplifica esta tendencia es Mmhmm (un naming que aún no sé si amo u odio) que sería el hijo de un keynote y un programa televisivo (y ha salido bastante guapo a pesar de tener la genética en contra).
Básicamente Mmhmm permite jugar con casi todo lo que sucede en nuestra pantalla mientras presentamos y aportarnos funcionalidades avanzadas que aún no estaban disponibles en ninguna solución. Fue recibido con muchísimo hype y queda por ver su ritmo de adopción. De momento, es un producto complejo que en su interfaz de cara al usuario se parece algo más a un editor de vídeo.
2- Videollamadas gamificadas
No es nada nuevo ni en los videojuegos ni en el ocio online pero el uso de avatares tiene ventajas: no convierten la pantalla en un espejo y no generan el estrés de un plano fijo directo a nuestra cara. Aquí hay que tener en cuenta el mundo virtual de Theoo, con el que es inevitable pensar en Second Life, Habboo Hotel y tantos otros. Las dudas que genera este formato son muchas pero, hablando mal: es resultón, aunque seguramente en muchos usos para business o para personas no muy tech-savy habrá fricciones, como intuyo que las entrañará mmhmm.
Por otro lado Kumo (abajo) no se centra en los avatares sino que combina la creación de un espacio virtual con el videochat. Un formato híbrido para reproducir las mecánicas de la realidad por el que también apuesta la sueca Teemyco, con una interfaz algo menos efectista. Estos formatos parecen interesantes por la posibilidad de unir la necesidad de pausas y espacios de tranquilidad (salas de trabajo concentrado, salas individuales) que comentaba más arriba con una cierta vocación de reproducción del espacio real.
3- Videollamadas verdaderamente accesibles
Zoom funciona tan bien como la conexión que tengamos. Y eso es un problema especialmente para no dejar a nadie atrás en la escuela o en ciertas entrevistas de trabajo.
El debate sobre la brecha tecnológica se ha envidenciado en tiempos de distnaciamiento social y aprendizaje remoto. Así que puede ser que lo verdaderamente revolucionario sería un Zoom verdareramente inclusivo. ¿Cómo podríamos hacer un Zoom que funcionará bien independientemente de la connexión? Pues con deepfakes: caras generadas y animadas por una inteligencia artificial a partir de una muestra del usuario. Aquí hay un uso curioso de una tecnología con una justificadísima fama de siniestra:
4- El papel del branding y la promesa de la marca
Hasta ahora las funcionalidades de los distintos servicios son prácticamente idénticas. Pero igual que el uso de ciertas marcas digitales da un mensaje en si mismo, quizá vemos como el uso de ciertos servicios o estilos de videoconferencia manda un mensaje al público sobre nuestro consumo o nuestra elección corporativa. Lo que ahora se llama signaling pero ha tenido distintos nombres a lo largo de la historia de sociología del consumo.
Hacia los Zooms de nicho: videollamadas como commodity
En tecnología muy a menudo lo que desplaza una marca establecida no es un competidor sino una tecnología que hace que la propuesta de valor se torne irrelevante). Probablemente hoy, la mayor amenaza al imperio de Zoom además de los gigantes GAFAM (con un Google Meet a la cabeza que ya ofrece pizarras virtuales más allá de la opción de compartir pantalla), no es otro competidor per se, sino la comoditización del video, ya que cada vez hay más herramientas para desarrolladores que ofrecen API de vídeo para ofrecerlo como extra en multitud de productos digitales. Paradójicamente la mayor amenaza para un player que ha hecho bandera del vídeo es que el vídeo se vuelva ubícuo, completando su misión.
Auque, quién sabe: Zoom ha disparado tanto su valor en bolsa tras la pandemia que puede armarse con un capital brutal para poner barreras a sus competidores. El dinero no es garantía de nada en un sector tan incierto, pero cabe la posibilidad que sean capaces de mantener la cultura user-centric con la que nacieron. ¡Podrían barrer a todas sus alternativas!
Esta misma cultura queda muy patente en el vídeo humorístico que viralizó la empresa ¡en 2015!
Prácticamente todos y cada uno de los problemas que se retratan en él (y que se achacan a la competencia), suceden también en Zoom. En muchos casos porque el software no puede resolver problemas de hardware (micros o cámaras de mala calidad) o de ancho de banda. Resulta paradójico como los de Zoom se han convertido en una contradicción de sí mismos.
En el fondo no hay grandes avances, más allá de la adopción catalizada por la COVID-19, pero que Zoom no haya resuelto aún lo que ellos mismos diagnosticaban en 2015 es una buena forma de ver que seguramente el mercado de soluciones de videoconferencias será caótico y cambiante y está por ver si no experimenta una caída seria tras la crisis de la COVID. Veremos.