El SARS-Cov2, el virus causante de la COVID-19 ha consolidado la mascarilla en nuestros rostros. Esta prenda, en sus ya múltiples versiones, suprime simbólicamente dos de nuestros sentidos, el olfato y el sabor. Sin embargo las medidas y propuestas para evitar contagios parecen ir encaminadas a suprimir un tercer sentido. El tacto.
El distanciamiento social anula estímulos a nuestro alrededor con el fin de evitar contactos y reducir riesgos. Y es que, mientras allanamos la curba, estamos aislando nuestros cuerpos de una forma que nunca se había experimentado de forma tan masiva.
El mundo post-COVID: un mundo sin contacto
Las consecuencias de esta pandemia son fascinantes e imprevisibles. Las aulas tendrán que reinventarse por decreto de una forma aún por definir. Puede que muchos niños se eduquen durante un período fundamental de su vida ante pantallas, con lo que surgirán nuevas etiquetas y costumbres. Probablemente nunca habríamos dicho que terminaríamos haciendo cosas tan significativas para nosotros como hablar con nuestros seres queridos de forma exclusivamente online pero en el momento en que parroquias y congregaciones se reinventan para digitalizar sus servicios religiosos, es que el cambio ha llegado muy hondo.
Las tiendas tardarán en volver a ser parte de nuestro paisaje cotidiano y probablemente regularán la circulación de clientes en su interior, como si se tratara de tráfico rodado.

Los espacios de trabajo también se repiensan con distancias de seguridad y flujos similares a los de las tiendas hasta para evitar encuentros casuales. En esta propuesta de Cushman&Wakefield se reducen riesgos pero también las posibilidades de interacción espontánea que tantas oportunidades creativas generan.
Y si nuestra vuelta al trabajo intimida, atención con nuestras vacaciones, que podrían ser en una pecera o sin nuestro bar favorito, que quizá no volverá y si vuelve tendrá un aspecto casi médico en aras de la seguridad. Probablemente si se impone el control de aforo, una imagen como la de abajo no será lo peor que le pasará a la restauración.

Sin irnos del mundo del ocio, aunque los cines lo tendrán aún más difícil, parece que sí volverán los autocines allá donde eran tradición y no será ni siquiera por nostalgia sino por que dentro de un vehículo sí podemos mantener la distancia de seguridad.
Muchas actividades cambiarán sus herramientas y sus procedimientos hasta ser irreconocibles. Quizá limpiaremos más con luz ultravioleta y con menos contacto. Eso sí: será difícil que dejemos de hacer nada de lo que hacíamos, incluso manifestarnos. Puede que tardemos en ver masas de nuevo pero la creatividad de colectivos políticos y activistas se ha disparado.

Una nueva relación con nuestro entorno
Sin embargo, más allá de las innovaciones y fenómenos concretos, el gran take out de toda tendencia que se desencadene durante este período extraordinario de confinamiento es en realidad un cambio de actitud. Con el coronavirus, todo lo que nos rodea y que no tocamos habitualmente pasa a ser territorio hostil. Si en anteriores amenazas colectivas como el terrorismo el enemigo eran los demás, ahora también es lo demás. Un botón de ascensor, el pomo de la puerta, el dinero en efectivo. Focos de transmisión, probabilidades de contagio, amenaza higienista.
La prenda que encarna esta realidad sin carne, este contacto sin tacto son, sin duda los guantes; la membrana que nos evita lo táctil y que nos sirve para relacionarnos con las superficies y objetos a nuestro alrededor pueden ocultar la amenaza invisible de los patógenos. De los guantes y las mascarillas surge un duelo creativo sin precedentes en el que, con lo que tenemos a mano, buscamos estrategias para relacionarnos con el entorno de forma segura llegando a niveles insospechados que son carne de meme.
Sin embargo, de lo que parece friki se está desarrollando algo más. Como si navegáramos a pértiga para tocar el fondo del lago, nos estamos armando con todo tipo de gadgets que constituyen una tendencia por si mismos en este entorno de protegernos con casi lo que sea.
Las innovaciones forzadas por la COVID-19
Esta enfermedad repentina nos quita muchísimo pero a veces nos da recompensas de lo más sorprendentes en forma de innovaciones aceleradas o nacidas al calor de la necesidad. A la estela de las nuevas necesidades, en Kickstarter, la comunidad de referencia de nuevos productos en busca de precompradores o de financiación colectiva, están surgiendo herramientas para interactuar con nuestro entorno sin necesidad de tocarlo directamente. Sin una búsqueda demasiado exhaustiva ya se encuentran dos. Una de ellas el Germ Pry, un gadget enganchable en barras de carro de supermercado, pomos de puertas y que en principio también funciona con pantallas táctiles públicas y que nos evita el contacto con otras superficies.

Me llama la atención el número de ondulaciones de su lado interno: ¿encajará en todos los pomos y manecillas posibles para librarnos del tacto con un 100 % de seguridad?
Por otro lado, el Hygiene Hand, un llavero EDC (everyday carry) ya ha conseguido su financiación. En esencia es similar al Germ Pry y parece que funcionará en puertas con manecilla pero que lo tendrá difícil con los pomos. Como curiosidad: es más caro pero ha levantado mucha más financiación que su competidor, que a juzgar por su branding no tiene a una agencia potente detrás (sí hay agencias de crowdfunding).
Pero no todo está en Kickstarter. Peel, un e-commerce surgido del estudio de productos Need/Want tiene en preventa algo que ellos denominan herramienta de contacto, el mismo concepto bajo una marca un nombre que sugiere claramente la idea de ser esta segunda piel. Bonito, caro (32 €) y sin visibilidad de cuándo podrá ser entregado.

Además de estos tres ejemplos elaborados en metales antibacterianos, esta empresa almenana tiene todo un sistema para tocar tu entorno sin entrar en contacto con él basado en dos productos: el thinkClamp i el thinkGrip. Me parece que son los dos que están mejor resueltos a nivel de ergonomía, sujeción y facilidad de uso pero convendrás conmigo en que todo esto sigue pareciendo de otro mundo.
Es muy pronto para decir si hay espacio para un filtro más entre nosotros y el mundo. Quizá tras guantes, las mascarillas, el distanciamiento social o la digitalización forzosa ya no hay espacio para otra innovación o quizá estamos ante la primera invención 100 % originada por la COVID-19 ya que en realidad el resto existían antes y solo hemos recurrido a ellas ante la emergencia actual.
Bienvenidos a la economia low touch
De forma inevitable, hemos visto como nuestras interacciones pasaban de la piel a las pantallas. Incluso cuando algo tan físico como el trabajo sexual se reinventa hacia lo online (no sin traumas), es que hemos hecho un click. Estamos en la economía low touch.
Bajo este nombre hay un concepto de Board of Innovation que busca ser un marco mental para adaptarse y gestionar la incertidumbre más allá de la aparición de herramientas para no tocar botones o puertas, pero que en general predice caídas catastróficas de demandas en varios frentes. Una contracción así mezclada con miedo y desconfianza puede generar un cóctel impredecible que permitiría que todas estas formas realmente inesperadas de relacionarnos con nuestro entorno terminaran floreciendo. La clave: cuánto más tardemos en encontrar una cura, más se tardará en recuperar las dinámicas pasadas y más espacio tendrán las nuevas para desarrollarse en formas nunca vistas.
¿Qué esperar en un mundo intáctil?
Muchas de estas innovaciones aún no están disponibles al público en general. Es obvio que en muchos casos son apenas prototipos que necesitan aún terminar de encontrar un momento de uso realista y quizá pulir sus insights de consumidor. Que las ideas existan no implica que triumfen pero que se llegue a soluciones similares desde lugares, empresas y sectores distintos implica que la nueva necesidad de distanciamiento y protección está ahí. Quizá no usaremos herramientas para sujetarnos a las barras del transporte público pero quizá su aparición fugaz solo sea un síntoma de que todo lo que dábamos por hecho ha cambiado y que la metodologia que antes nos funcionaba ahora puede ser completamente inútil.
Creo que aún es muy pronto para hablar de aplicaciones y acciones concretas de esta destactilización, de este mundo sin contacto, pero he querido compartirlo ahora porque creo que una detección temprana ayuda más que una constación tardía.
Sin embargo, a mi modo de ver, estas son algunas de las dinámicas que cabe esperar o por lo menos los puntos en los que tenemos que fijarnos para recopilar más datos y tomar decisiones al respecto:
- Navajas suizas para interactuar con el entorno. Es posible que las herramientas de contacto con el entorno como el Germ Pry no se consoliden pero que la tendencia en general sí lo haga, de una forma más cómoda e integrada con el día a día de los consumidores. Puede que si terminamos usando un dispositivo así, será parecido al thinkClamp: más prótesis que herramienta.
- Integración seamless. Si la tendencia se consolida iremos a soluciones mucho menos invasivas pero mucho mejor integradas. La profilaxis en sí es incómoda, entraña riesgos de contaminación nada menospreciables y nos genera hostilidad natural. Sin tacto, solo una mejora real de lo presente puede imponerse. Por ejemplo, los ganadores serán como esta tecnología de diagnóstico mediante sensores, beacons y sonido de respiraciones del MIT que mejora la experiencia los tests y de los aparatos médicos.
- Low touch & low cost. Sin embargo, en un escenario de más que posible debacle económica, estos gadgets hacen una cosa bien: ser económicos. Claramente el de Peel resulta perdedor a nivel de precio. Puede que, como en las mascarillas, este mercado incipiente exhiba su propio embrión de segmentación.
- El tacto: ¿el nuevo lujo o el nuevo tabú? Cualquier crisis tiene ganadores y perdedores, así que el peso específico de muchos estratos sociales se redefinirá (por ejemplo en base a si tenemos acceso a la red o no) y puede que el tacto sea un nuevo marcador de clase. La incógnita es, sin embargo, si no tocar pasará a ser un símbolo de estatus o si veremos la aparición del tacto como privilegio. ¿Delegaremos nuestro contacto con el mundo exterior a la gig economy? ¿Habrá un pasaporte inmunitario que cree ciudadanos de primera y de segunda? ¿En qué se convertirá políticamente el tacto en un mundo de mayor control a distancia y de mayores limitaciones de movimiento? ¿En privilegio o en amenaza?

Las incertidumbres de un mundo sin tacto
Como ya he dicho, creo que la aparición de este mundo intáctil o profilático es una tendencia incipiente que aún es muy difícil de leer con claridad. Yo personalmente no puedo evitar pensar que relacionarse con el mundo a través de palos, ganchos y punzones, cuando no a través de guantes, tiene un punto frío e insensible (la expresión no tener tacto debe ser así por algo). Perderse las texturas de los objetos, como parte nuestra experiencia con ellos, las temperaturas, las sensaciones de presión, sujeción y similares no dejan de ser algo con lo que contamos y que nos acerca al mundo exterior.
Me pregunto si, puestos a protegernos de este entorno invisiblemente hostil podemos encontrar una forma emotiva de mantener lo humano, como estos médicos que, pertrechados con todos sus equipos de protección, se han pegado fotos en ellos y sonrientes a sus batas para que sus pacientes vean a la persona que le atiende y no a una figura cubierta, anónima e intimidante.
El miedo a las zonas en las que se interactúa con otras personas o a las superficies compartidas es inevitable, pero no debe hacernos perder la humanidad. Aunque los que me conocen ya saben que trato de evitar el contacto humano fuera de mi círculo ínimo, lo cierto es que en esta situación de máxima incertidumbre, el tacto es el último sentido que habría imaginado perder.
EDITADO (1 de noviembre de 2020)

Aunque esta tendencia parece ir claramente a la baja (siendo el complemento ideal en la era COVID las mascarillas) en Kickstarter sigo detectando herramientas como NONTACT, un quasi-guante prensil para relacionarte con tu entorno, en la lína de los descritos en este artículo. Es interesante que esté pensado específicamente para ser usado desde bolsillos… ¡aunque no todas las prendas tienen bolsillos!