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Hay ocasiones en las que las negligencias de los governantes y el estado se convierten en oportunidades de negocio. Ya no mediante privatizaciones si no por la ausencia de servicios en un ámbito. Lo cierto es que prestando atención y hablando con los usuarios, es muy fácil detectar oportunidades en ciertos sectores. Eso sí: también es muy fácil pensar que esos problemas no deberían estar ahí en una sociedad ideal.

Circulation: un Uber para transporte sanitario

Reconozco que mi punto de vista es muy europeo en este sentido. Aquí el transporte sanitario es algo más o menos garantizado pero por lo visto en EE.UU. la ausencia de un sistema de salud público y garantista posibilita que el modelo de Uber y las economías de plataforma (un intermediario lucrándose poniendo en contacto usuarios con trabajadores) lleguen hasta el transporte de personas a hospitales o lugares en los que recibir tratamiento.

¿Te daría tranquilidad saber que tu transporte sanitario se te asigna con un algoritmo como el de Uber?

En el mundo de la salud y la ciencia las innovaciones suelen generar debates que cuestionan nuestra esencia y derechos como humanos. Sin embargo, fiarle el cuidado de enfermos a las dinámicas competitivas y opacas de muchas plataformas tiene algo de línea roja sobre todo en un ámbito de cooperación necesaria.

Reclamadores automáticos: que un algoritmo luche por ti

¿Vuelos con retraso? ¿Cláusulas abusivas? Todo esto puede resolverlo una mezcla de procesos automatizados y de inteligencia artificial que hacen las delicias de los ingenieros y que deben ser la pesadilla de los burócratas de atención al cliente o gestión de indemnizaciones.

Reclamar vuelos es nuestro derecho y no es fácil. Muchas empresas lo usan como negocio.

Empresas como Populetic* o Reclamador gestionan reclamaciones de forma automática y precisamente por eso pueden ofrecer cobrar solo si ganan. ¿Dónde está el problema? Que las tasas de éxito de estos servicios indica que la ley está de parte del consumidor y el estado no la aplica de oficio o no posibilita circuitos de reclamación públicos y accesibles. Si el sistema de protección del consumidor realmente funcionara y estuvieran dotado de recursos, estas empresas no tendrían razón de ser.

Es más: el hecho de que existan es peligroso: imagina un momento en el que las compañías de reclamaciones lleguen a acordar con las empresas a las que reclaman una indemnización de mínimos aunque la ley te dé derecho a más. Desconozco si está pasando pero el modelo, como el de Circulation que describía más arriba, puede derivar hacia

*Disclaimer: yo he sido cliente de Populetic pero a efectos prácticos me sirve de ejemplo.

Cómprate un loro que te hable

Es cierto que muchos gobiernos tratan de atacar el problema de la soledad y el sufrimiento y enfermedades mentales que puede desencadenar. En Reino Unido existe el ministerio de la Soledad y Japón dedica ingentes recursos sanitarios a tratar a los hikikomori un fenómeno que, por cierto, está documentándose ya en nuestro país.

Los avatares de Care Coach viven en una tablet tal que así y no están muy bien trabajados.

Lo cierto es que en un número alarmantemente alto de países la salud mental no es muy tenida en cuenta en los sistemas públicos. En Catalunya por ejemplo, todo lo que te da el sistema público son consultas psicológicas de media hora, a veces insuficientes para pacientes complejos o terapias de largo recorrido. Hay quien ha visto en esto una oportunidad de negocio ofreciendo seguimiento a distancia de personas con riesgos de salud mental o problemas de inclusión.

Care Coach es una app con un avatar que reproduce esquemáticamente un animal y que está operado remotamente para realizar un seguimiento y acompañamiento de personas en riesgo. Una mezcla entre un Tamagotchi y uno de los capítulos más retorcidos de Black Mirror que además implica a gente sin recursos. En este artículo de The New York Times se habla de Care Coach y expone además una tesis bastante inquietante sobre las pantallas como marcador de clase.

Paga para concentrarte

En la era del ruido, el silencio, al igual que el tiempo, es un lujo. Por eso existen apps de productividad, propuestas que gamifican la concentración o servicios de streaming como Focus@will que usan la neurociencia para que te concentres.

Si al problema de la distracción constante le sumamos el boom del teletrabajo tenemos a mucha gente trabajando aislada. Y es que las oficinas, si el ruido es moderado son entornos ideales de concentración aunque parezca contraintuitivo. De hecho, en las oficinas es donde muchos aprovechamos el efecto disuasorio de la presencia de otros compañeros para no irnos a por café cada dos por tres.

Una cabina para hacer reuniones o concentrarte. Hay una startup que pretende meterte aquí.

Y para los que trabajan en remoto pero buscan compañeros de oficina hay Cave Day (de pago y con ejercicios de concentración de por medio) o Focusmate al estilo Chatroulette. Conectarte por webcam con gente porque querías trabajar desde casa pero te distraes demasiado. Un first world problem como una catedral, si se me permite.

La verdad es que el espacio de trabajo de la era de la distracción me sorprende constantemente. A veces queremos conectarnos pero a veces queremos concentrarnos hasta el punto de meternos en una especie de nevera claustrofóbica como las de Room.

Una ética de la innovación

Buscar oportunidades, mejorar lo existente o inventar algo nuevo viene con unos retos éticos que a menudo no podemos ni intuir. Sin embargo, ¿es lícito aprovechar las carencias de un sistema o una sociedad y lucrarse con ellas? ¿hasta qué punto es responsable el estado de aquello que no puede cubrir? Es una discusión muy política y está bien que sea así, porque muchas veces la innovación es un proceso social, compartido y no se puede perder de vista que trabajas para la gente, para los usuarios, para la ciudadanía. ¿Deberían los procesos de innovación y disrupción incorporar la ética desde sus inicios? ¿Qué opinas sobre ello?

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